martes, 14 de septiembre de 2010

viernes, 23 de julio de 2010

Flashfoward

Platicando llegué hasta Tiresias. ¿Alguna idea sobre el futuro? Extrañamente va surgiendo una voz del enjambre debajo de mis pies. Yo sólo he dispuesto sonidos al azar y esto es lo que escuché.

domingo, 18 de abril de 2010

De combustibles, planeadores volado bajo y terrorismo aéreo o turismo mental de alto riesgo

El primer evento masivo de música electrónica al que asistí, fue en Canadá- yo he viajado ves - cuando estuve trabajando por allá en una bonita granja donde en épocas de lluvia podían obtenerse hongos alucinógenos, muy necesarios para entender ese tipo de música. Algo así como esos programas que entregan al inicio de los conciertos para saber qué está pasando. Aunque después sea lo menos necesario, ya que al perder la noción del tiempo me pasó que ya no me importaba quién estuviera tocando, mientras lo siguiera haciendo.

Así, pues, sigue está bonita anécdota, casi día de campo, en la que tomé un camión en la central adecuada, iba viendo los campos canadienses, preparando la mente para su destrucción, repasando los hechos desde mi llegada. Salí de un hostel muy chido, todo de madera, con cocina e internet gratis, muy cerca de una de las avenidas principales donde están las tiendas y donde deambulan los freaks de la moda. No, neta: una vez me tocó ver una campanita apocalíptica, con sus alitas derruidas como de gasa y sus botas viejas, como quería Gloría Trevi en su filosofía, toda aplastada con sus piernitas dobladas y sus medias rotas y un frio pero sustancioso fuck off y su dedito levantado todo para mi. Justo la vi arriba de unas escaleras que llevaban a una tienda donde hacían perforaciones y sí subías las escaleras podías llegar al mundo de nunca jamás, ahí en medio de sus piernas, muy público y familiar el espectáculo. También púbico. Tanta ternura.

En eso iba abstraído mientras el camión de la Greyhound penetraba las carreteras bordeadas de arboles. ¿Cómo será? ¿Cómo será? Me repetía. Yo me imaginaba que sería como un bosque con lagos y renos y mucha mota canadiense. De hecho no me la van a creer pero una chava igual de tierna que nuestra campanita se posó en el cruce del rave, porque habían varios escenarios, y de buenas a primeras muy amablemente, considerando el trabajo de forjar un toque y el precio de ese oro verde, repartía a cualquier indigente de la mente y vago neuronal, sus lentes, como esos que dan para la 3D; para ver como se tiene que ver.

Pero me estoy adelantando a este bonito relato edificante. Llegué a un pueblo que se llama Dunville, como a unas 3 horas de Toronto. Ahí tuve que arreglármelas para llegar a un aeropuerto abandonado. Y literalmente estaba abandonado. Llegué muy temprano y aún apenas los cables se conectaban a la fuente de poder que en la noche estimularían nuestras neuronas catalizando el mensaje burbujeante de las pastillitas azules. ¡Oh qué alegría es recordar!

Así que entré al dicho ya aeropuerto y lo primero que hice fue hacerme de un bajón, una pista de despegue para el viaje que estaba a punto de iniciar. Qué poético ¿no? Un rave en un aeropuerto. O paradoja, quién necesita los aviones cuando existe el xtc. Y todo sigue muy tranquilo, muy Dunville style.

Sigo con mis papas que he comprado y me dirigo a una de las naves donde guardaban aviones que ahora funciona como un Flea Market. Ahí topo por primera vez a este peculiar personaje de las carreteras. Un chopper sin moto. Osea un vago que quiere comprase una moto para seguir vagando. Hicimos click. Yo vago, él vago, nosotros vagos. Así que como no queriendo la cosa quedamos de toparnos al rato para recorrer el rave. En ese lugar también conocí a Reak o algo así; un gordo asmático que no podía pronunciar mi nombre y que había montado ese mercado pulga como una más de sus ocurrencias mercantiles.

Sin ir más lejos y gastar más papel, me contrató. Pero eso sería hasta después. Apenas empezaba y ya tenía mi primer día de descanso. So me fui al rave todo ansiososo en busca del combustible para iniciar el trip.

Estuve bailando con una música aterciopelada que hasta me mareo. Como esos perfumes para señoras, empalagosos. En ese momento sí me gusto, pero ahora que ya conozco más cosas puedo decir esto de esa música. Era de esa onda estilo trance clubetero donde payasines de la mente iban vestidos parodiando la moda. Pantalones fofos, un chingo de collarillos de colores, chupones, corbatas, y gorras. Tenían un estilo muy peculiar de baile. Como que se ladeaban y se agarraban de la viscera de la gorra y se trepaban a la bicicleta de lado a lado.

De todos los géneros que pude catar con mi virginal maceta el que me dejó un sabor terregoso y como a plomo fue el drum and bass y sus derivados. Me di cuenta que cada género tenía su filosofía, sus combustibles, sus uniformes. Los drumandbasseros erán más warriors, gesticulaban más, movían más el cuerpo, aunque en un solo sitio, tallaban más duro el suelo y no sin razón. Ese hábito gallinero les viene creo yo del speed o anfetaminas. Otra cosa que me gustó de este género es que hay voz y el gallinero se enciende con los piquetasos de la voz de algún MC de voz ahuecada y reverberante.

Una cosa que aprendí de este rave y de mi experiencia con los combustibles. Es que hay que estar aprentando el acelerador sin pararse a estar mirando por la ventana. Hay que dejar que fluya pero estando en movimiento. Que lo que se mueva sea el cuerpo no la mente. Porque como ustedes saben el piloto del avión no se mueve de su asiento; lo que se mueve es el cuerpo del avión. Tarde me cayó el veinte, porque el piloto saboteo el viaje. Que tenía cosas qué hacer, que no era para esa ocasión. Así que el avión nunca despegó. Bueno es que ya me andaba por despegar pero no encontraba la forma.

Siendo nuevo en eso de las pistas y los combustibles no sabía cómo hacerme de ellos. Y al final no lo supe. Ellos me encontraron. Después de haber estado bailando en la zona de trance más clubetero, me senté en uno de los pilares. Era una nave enorme. Sentado ahí se acerca otra campanita, esta vez del sueño, y me extiende sus ofrecimientos para ir a la tierra del nunca jamás. Me dice que en su casa de campaña tiene los boletos. Así que la sigo aunque ella parece olvidarse que ha hablado conmigo y se dirige sonámbula a su guarida. Estando ahí me entrega 2 pastillas primero. Yo le pagó y cuando ya estoy a punto de salirme de su casa, me vuelve a entregar otras dos como si yo apenas hubiera entrado. Suerte de principiante-me dije-. Y me despedí y ya contento con mi combustible me preparé para hacerlo viajar por mis arterias.

Al sólo tener experiencia con combustibles naturales, me decepcioné de lo bajo que planeaba e intenté volver a llenar el tanque. El señor piloto se enfureció por mis órdenes y abandonó al avión y lo dejó tirado. O mejor dicho lo abandonó a su suerte de principiante. Sin brújula anduvo viajando errante por todas las señales que le hacían las fuentes de poder y con mucha gracia anduvo crasheando en algunas casas de campaña desde donde lo apedreaban para derribarlo de sus alturas.

Había mucha interferencia. Don piloto había cortado los cables para recibir señales. Así que el viaje fue un puro nomas andar dando vueltas sin recibir las instrucciones de vuelo de los diferentes estantes de música donde dj era cabina de control. Fue como un largo viaje con las ventanas cerradas. Como haber cruzado el viaje con nubosidades. No es sino hasta bien entrada la mañana cuando el avión se sacudió y lanzó al piloto que estaba dormido o echándose un quickie con la azafata hasta los controles para hacer el aterrizaje forzozo.

Pero no para hay la cosa. Una vez que se ha aterrizado todavía resuenan los sonidos de los pájaros, del viento, del cielo. Un ventilador puede convertirse en una turbina o en una fuente de poder. Mi copiloto, el choper sin moto, no sirvió de gran cosa porque como ya dije: su piloto, que sí era bilingüe, abandonó al avión.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Airport room

Un pavor al futuro. Así mi vida. Es el avión tocando los aeropuertos y vuelve a elevarse. Siempre flotando. En las salas de espera me tiendo cómodamente. Veo pasar miles de rostros que jamás volveré a ver. ¡Pasajeros con destino a cualquier parte sírvanse abordar! Ese es mi vuelo. Corro por los tentáculos que conectan con el olvido. O sea, ando en el avión.